El
Express Crusader se va a la gatera.
Estamos
navegando rumbo a Mallorca y ahí vendrá mi mama a visitarnos un mes. El barco
irá a Puerto, algo a lo que estamos nada acostumbrados pero ahora es necesario.
Mi mama es lo menos propensa a un barco que he conocido. Lo suyo es un piso y
estar cerca del centro. Así que allá vamos. Haremos uso y abuso del lavarropas,
esa cosa que da vueltas y por arte de magia te devuelve la ropa apestosa y
húmeda de sal con un rico olorcito a limpio.
Al
estar a bordo, y no bañarnos tanto, por no decir nunca, el olfato se refina, se
limpia de perfumes por así decirlo y cuando bajamos a la playa y pasa la gente
caminando se le siente el olor del jabón o el shampoo. Es raro.
Pondremos
una pausa en el viaje. Estaremos un mes sin navegar, al menos que convenzamos a
mi mama a salir a alguna playa, la esperanza siempre está.
Y
disfrutaremos de mi mama, abuela de mis hijos, esa persona con la que luché
tanto tiempo por mi libertad y que ahora me doy cuenta que me ayudó a hechar
raíces en este mundo, que sino hubiese salido volando.
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