Yo pasaba por ahí con mi cámara, estaba dando una vuelta tratando de captar tanta hermosura y ellos se levantaron y me pidieron que les saque una foto.
Cuánto orgullo, cuánta alegría había en esas caras. Parecían decirme Mirá lo feliz que soy, lo bien que estoy! Llevate esto de recuerdo! Te lo regalo!
Me insistían en que me pusiera en la foto pero aparecer dentro de ese cuadro me parecía una intrusión exagerada a su pequeño y perfecto mundo.
Me imagino las charlas, los comentarios. Las caras de los turistas que como yo pasan por ahí y se imagina sus vidas acá.
Que diferente todo. Y pienso.
Y pienso qué pasaría si en Europa tuviesen menos y acá solo un poquitito más, no mucho. Solo lo justo para que les permita vivir sin tener que luchar tanto contra las inclemencias del tiempo. Lo que mata es la humedad y acá se hace cierto.
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